MÉXICO.- Desde Lady Gaga hasta Miley Cyrus, pasando por Beyonce y años antes Madonna, las cantantes pop dominan los escenarios con diminutos atuendos. Shakira, Jennifer López y Rihanna sobresalen por sus seductores bailes, que forman parte común de la escena del entretenimiento actual.
Pero mucho antes que ellas estuvo Tongolele, quien con sus movimientos de cadera al son de los tambores cambió la escena nocturna en la Ciudad de México de mediados del siglo XX y se convirtió en un ícono del cine mexicano.
Mostrar el ombligo ante el público le valió ser atacada por la Liga de la Decencia, que consideraba inapropiado su espectáculo, pero nunca le avergonzó presentarse con sus pareos y pequeños atuendos.
"No revelaba nada, yo estaba tapada, yo no bailaba desnuda ... Lo único que descubrí era el ombligo. Estaba tapado lo más importante", dijo Tongolele a The Associated Press en una entrevista reciente en su casa en la colonia Condesa, uno de los barrios de moda en la Ciudad de México.
Aún octogenaria, la vedette se mantiene activa. Su más reciente participación fue en el musical "Perfume de Gardenias", en el que pudo hacer lo único que siempre le ha importado: la danza.
Así como ve con naturalidad su estilo de baile, su casa, de estilo art déco, es bastante normal, como la de cualquier abuela: tiene pinturas (algunas creadas por ella), sillones cómodos y lámparas de pie. Lo que delata su fabuloso pasado son los tambores africanos y caribeños que tiene repartidos por la sala, el comedor e incluso un baño, y las decenas de fotografías con personalidades.
En éstas puede vérsele con expresidentes como el mexicano Ernesto Zedillo, escritores como Octavio Paz, músicos como su amiga Celia Cruz y mujeres que competían con su belleza, como la actriz María Felix. En cada una de esas imágenes, la mayoría en blanco y negro, aparece ella con su inconfundible mechón de cabello blanco y en varias haciendo gala de su imponente físico.
"Nunca pensé, 'yo quiero ser famosa'. Yo nada más quería bailar", dijo. "Ni me daba cuenta que ya de pronto era estrella del show. ni sabía que yo tenía éxito, nada más estaba feliz bailando", expresó luciendo una imagen de chica pin-up que parece haber sido inmune al paso del tiempo, pues luce a la perfección ojos y cejas cuidadosamente pintados, labios en un encendido rojo, uñas a juego y una blusa de animal print con pantalones negros y cinturón elástico que definía su cintura.
Nacida en Estados Unidos, en el estado de Washington, su nombre verdadero es Yolanda Ivonne Montes Farrington. A los 15 años, mientras vivía en California, fue a una agencia de artistas en San Francisco y ese mismo día le ofrecieron trabajo como bailarina. "Nací sabiendo que iba a bailar", dijo.
A los pocos meses llegó a presentarse en México, en Tijuana y en Mérida, y de ahí arribó a la capital, donde su jefa, que según recuerda se sentía algo celosa de ella, la obligó a usar un nombre artístico.
"Siempre estaba haciendo bromas, llegaba a veces encendido, tomaba mucho, o algo, y era divertido trabajar con él porque era Tin Tan del cine igual que en la vida normal, era loco", señaló con una sonrisa. "(Yo) heredaba muchos de sus choferes porque no querían trabajar más con él, decían, '¡no, está loco!'''.
Su carrera la llevó a vivir un año en Argentina, otro en Chile y tres en Cuba, pero mantuvo su residencia fija en México.
"Desde que vine a México estaba enamorada de todo el colorido de México, decía, 'el país de colores''', dijo. "Es hermoso".
De todos los países por los que pasó, el más extraño fue Finlandia, porque la barrera del idioma era muy grande y no entendía si le gustaba a la gente, y entre el público más memorable que tuvo cuenta que alguna vez llenó un cabaret de gitanos en Los Ángeles.
"Los gitanos de todo el mundo me quieren", dijo Tongolele, quien a su vez es admiradora de la bailaora flamenca Carmen Amaya. "Ellos bailan lo que sienten, igual que yo. hay que bailar libre, pero hay que tener el oído para hacerlo".
Su carrera la llevó a vivir un año en Argentina, otro en Chile y tres en Cuba, pero mantuvo su residencia fija en México.
"Desde que vine a México estaba enamorada de todo el colorido de México, decía, 'el país de colores''', dijo. "Es hermoso".
De todos los países por los que pasó, el más extraño fue Finlandia, porque la barrera del idioma era muy grande y no entendía si le gustaba a la gente, y entre el público más memorable que tuvo cuenta que alguna vez llenó un cabaret de gitanos en Los Ángeles.
"Los gitanos de todo el mundo me quieren", dijo Tongolele, quien a su vez es admiradora de la bailaora flamenca Carmen Amaya. "Ellos bailan lo que sienten, igual que yo. hay que bailar libre, pero hay que tener el oído para hacerlo".
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