Santo Domingo, 17 jun (PL) Los dominicanos pierden cada año como promedio mil 300 millones de dólares en ese juego de azar y descuido que son los accidentes de tránsito, en el que nunca se gana.
Eso sin contar las muertes, las discapacidades permanentes y los traumas sicológico que conllevan las catástrofes carreteras, cuya cuantificación es imposible de establecer.
La cifra supera con creces el presupuesto del Ministerio de Educación, dijo Onéximo Rodríguez, un experto en tema, quien se pronunció por incrementar el monto de las multas e iniciar la educación vial en las escuelas, acorde con un plan aprobado en 2001, que duerme el sueño de los justos en las gavetas de las instituciones.
Hasta dónde el proyecto de concientización puede resultar útil es tema de debate, ya que los malos hábitos se aprenden y un párvulo que vea a alguno de sus progenitores circular con un bólido endemoniado por estrechas callejuelas coloniales y carreteras y violar las luces de los semáforos con alegría deportiva, es casi seguro que imite el mal ejemplo.
La situación del tránsito dominicano es tan peculiar que para los forasteros lo que constituye un enigma es que las tragedias no sean más frecuentes y terribles.
El pico de esas catástrofes ocurre durante los feriados largos de Semana Santa y Pascua, a pesar de las medidas especiales adoptadas por la policía y otros organismos pertinentes, como demuestra la enorme cifra de pérdidas económicas citada por el experto.
Como solución, la propuesta del experto se basa en la elaboración de un plan de seguridad vial y la semaforización, paliativos improbables dada la mentalidad prevaleciente de desprecio a las leyes del tránsito, que en la práctica no rigen, y una imprudencia con ribetes de epidemia nacional.
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