NUEVA YORK.- El dominicano Juan Castillo fue encarcelado 30 horas porque puso un pie sobre el asiento contiguo donde no había ningún pasajero, mientras viajaba en el tren F de Manhattan a Queens, donde trabaja como consejero en una institución no lucrativa.
El comodarse de esa manera en los vagones de los trenes de la ciudad es un delito que cae dentro de lo que la ley denomina “conducta desordenada”. Castillo creyó o pensó que no había ningún policía en el interior del tren, pero de repente apareció uno.
El comodarse de esa manera en los vagones de los trenes de la ciudad es un delito que cae dentro de lo que la ley denomina “conducta desordenada”. Castillo creyó o pensó que no había ningún policía en el interior del tren, pero de repente apareció uno.
Lo hizo después de haberse inyectado insulina para mantener controlada la diabetes que padece desde niño, por lo que necesitaba relajar las piernas.
La experiencia le costó, además, una multa y las 30 horas recluido en una celda de un cuartel, sin que los policías le permitieran llamar a parientes para que le llevaran el medicamento. A pesar de que explicó reiteradas veces su caso, no le hicieron caso.
Castillo narra que estuvo a punto de morir en el cuartel, porque tras varias horas encerrado comenzó a sentir los síntomas del aumento del nivel de azúcar. Cuando finalmente logró ponerse en contacto con un familiar los oficiales le dijeron que las agujas están prohibidas en sus estaciones, pero tampoco lo llevaron a un hospital.
El oficial John Rocha, quien lo arrestó escribió en su reporte que “el señor Castillo momentáneamente levantó la rodilla derecha y el talón derecho encajado en su asiento, debajo de la nalga derecha por lo que era más fácil frotar su muslo que inyectarse”.
Ahora Castillo y su abogado han interpuesto una demanda contra el Departamento de Policía y el municipio para reclamar violación a sus derechos civiles y tortura estando bajo custodia.
La experiencia le costó, además, una multa y las 30 horas recluido en una celda de un cuartel, sin que los policías le permitieran llamar a parientes para que le llevaran el medicamento. A pesar de que explicó reiteradas veces su caso, no le hicieron caso.
Castillo narra que estuvo a punto de morir en el cuartel, porque tras varias horas encerrado comenzó a sentir los síntomas del aumento del nivel de azúcar. Cuando finalmente logró ponerse en contacto con un familiar los oficiales le dijeron que las agujas están prohibidas en sus estaciones, pero tampoco lo llevaron a un hospital.
El oficial John Rocha, quien lo arrestó escribió en su reporte que “el señor Castillo momentáneamente levantó la rodilla derecha y el talón derecho encajado en su asiento, debajo de la nalga derecha por lo que era más fácil frotar su muslo que inyectarse”.
Ahora Castillo y su abogado han interpuesto una demanda contra el Departamento de Policía y el municipio para reclamar violación a sus derechos civiles y tortura estando bajo custodia.
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